Mt 5,48
Llegar a la santidad muchas veces parece algo imposible, inalcanzable, ilusorio… Las tentaciones de cada día pueden hacernos pensar que esta meta es sólo para unos pocos. ¿Por qué parece que la Palabra nos exige tanto?
Para ser santos no tenemos que nacer perfectos, cosa que nadie puede hacer. Dios nos elige a los defectuosos y nos transforma, paso a paso, porque la santidad, como todo en la vida, es un camino. Este recorrido está lleno de sendas lindas, altibajos y obstáculos: buscar la santidad se trata de caminarlo día a día, con Dios de la mano.
La Palabra nos da la fórmula para llegar a la santidad: imitar al Padre. Por eso no podemos soltarlo en nuestro camino al Cielo. Él es nuestro Norte y nuestra guía, nuestro modelo a seguir. Nuestra vida debe estar dispuesta a escuchar qué quiere Dios de nosotros.
Te invito a que, cuando dudes sobre cuál es el rumbo que debes tomar, te preguntes: ¿qué haría Él?