Tesalonicenses 4,7
En la vida es muy necesario hacer planes. Así se trate de un viaje, de una carrera universitaria, o de una competencia deportiva, es importante pensar en lo que queremos conseguir y diseñar un camino que nos lleve a ese objetivo. Sin embargo, a veces se hace difícil decidir qué hacer y cuándo; establecer prioridades entre todas nuestras actividades y poder llevar una vida equilibrada.
Muchas veces el problema es que no tenemos bien en claro cuál es nuestra meta, y nos dedicamos a armar planes que no nos llevan a ningún lado, solo sirven para llenar espacios de tiempo y hacernos sentir «activos». A vos, ¿qué te mueve? ¿Cuáles son tus metas?
Más allá de nuestros sueños y proyectos personales, Dios nos da un objetivo por el que vale la pena vivir y pelear. Él no nos quiere para poca cosa. Él nos llama a ser santos, a poner toda nuestra vida en Sus manos y dejar que Él nos guíe hacia la gran meta: el Cielo
¿Querés ser santo? ¿Qué estás haciendo para conseguirlo? Te invito a que te preguntes esto y lo que te salga del corazón, con la mirada puesta en al Santísimo.