De Apóstoles al Seminario

¡Yo quiero ser luz en el mundo! Y desde que soy parte de Apóstoles es uno de mis objetivos: intentar llevar la luz y la alegría de Cristo a donde sea que vaya. Soy Jorge, un Apóstol de Lourdes desde los 11 años más o menos.

Empecé mi vida de fe, como muchos, desde chiquito con pequeñas oraciones y yendo con mi familia a misa, aunque para ser sincero no me entusiasmaba mucho y buscaba formas para no ir. Sin embargo, yo sentía una gran devoción a María, en especial a su advocación de Nuestra Señora Lourdes, quizás por el colegio, quizás por mi nombre (mi nombre completo es Jorge María).

Me introduje en el grupo después de una misa y especialmente gracias a mi hermana Josefina (más conocida como Jochu). Estaba impresionado por la música y la alegría que se vivía en cada encuentro, y sentía que Dios me llamaba a la aventura de ser luz que arda entre multitudes. Apóstoles de Lourdes fue la forma en la que conocí a Dios, en la que Dios se dio a conocer. Y es que, en las reuniones, en las adoraciones, en las misas, en los retiros, Dios siempre puso un poco de su luz, Él estaba ahí, aunque no me diera cuenta. Alegría en el compartir con amigos, con mis keyfas, consuelo en momentos difíciles.

Al ir creciendo también iban aumentando las ganas de hacer, no podía guardarme lo que me habían dado, quería compartir esa experiencia de Dios. Fui kinnor (ayudante de los formadores) y después keyfa, ayudaba a preparar los Rosario-Misa-Adoración, me sumaba en la formación e interiorización de la Palabra de Dios, participaba de las misiones y los distintos eventos (como las obras de teatro, la Expo Biblia, y tantísimos más).

Y cuando las dudas me ahogaban y las ganas disminuían, ahí estaban amigos que, quizás sin saberlo, me invitaban a levantarme devuelta. ¡Y como no levantarse con tantos testimonios de cargar con la cruz y seguir a Jesús! Dios nos da la gracia de tener personas que, a pesar de las situaciones adversas, salen adelante con mucha alegría y espíritu. Y no puedo menos que agradecerle a Dios haber sido testigo, aunque sea por un tiempito, de un santo que cargó su pesada cruz con mucha valentía y amor y hoy nos acompaña desde el cielo: nuestro querido Jero Goane. Testimonios como ese me llenan el corazón para seguir apostando por Cristo y su Reino.

Pero en un momento de mi vida, al decidir qué estudiar o qué hacer para vivir, no podía pensar en otra cosa que no sea estar plenamente en lo que me apasionaba, esa pasión de llevar a Cristo a donde sea que vaya, aunque tenga que dejar todo. Y esta primera experiencia de comunidad, de Iglesia, que vivía en el grupo, se transformó en una vivencia de Iglesia diocesana y universal. Con Apóstoles llevamos (y seguimos llevando) al pueblo tucumano el amor de Dios expresado en palabras en las Sagradas Escrituras y que continúa manifestándose en la historia, incluso hoy; así me encontré con tantos lugares y con muchísimas personas. Y a pesar de sentir que lo mío era más sumarme a lo organizado, sentía en esa disponibilidad y las ganas de servir, como un deseo de ser faro que ilumine con la luz de Cristo. Todo esto me  llevaba a preguntarme: ¿Por qué no ser sacerdote?

No me siento especial, que tenga cualidades extraordinarias, incluso veo en mi una gran cantidad de defectos, muchas cosas aun por madurar y corregir; pero Dios no llama a los que son perfectos, Él llama a los que quiere. Por eso empecé y sigo en el camino de formación para ser sacerdote al servicio de la Iglesia de Tucumán, animado por el Espíritu y con todo lo que hoy soy, que es una suma de lo que mi familia, mi colegio, mis amigos y, en gran medida, Apóstoles de Lourdes me pudieron dar.

Autor: Jorge Valdecantos
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